La Cañada Real Galiana lleva más de seis meses sufriendo cortes de suministros en los sectores más alejados de la antigua vía pecuaria, sectores en los que las chabolas e infraviviendas son la norma. Todas las noticias motivadas por el tema apuntan a un mismo origen: el aumento en el consumo eléctrico debido al incremento del cultivo de marihuana. Se crea así un escenario donde, gracias al nudo jurídico que parece por fin desatado, queda al desnudo la constante crisis social que vive cada vez más fehacientemente nuestra clase y que pide ser constantemente «controlada» por las fuerzas del orden del Estado español. La Cañada se ha convertido en un problema que ya no es tan periférico. Salvo en el sector 6, las ciudades han crecido hasta alcanzarla.

Los orígenes de La Cañada
Durante la década de los 60 el éxodo rural estaba a la orden del día. Frente a la incapacidad de las ciudades para absorber a las familias migrantes, éstas se asentaban (en suelo público) a las afueras de los núcleos urbanos y cerca de las industrias donde, tras abandonar sus vidas como agricultoras o ganaderas, ofrecían su fuerza de trabajo. Ajenas a toda administración estatal, las casas eran construidas a mano entre hermanas y vecinas. Así, fueron surgiendo los poblados de infraviviendas y chabolas que han ido desapareciendo tras sucesivos censos, desmantelamientos y reubicaciones, como tónica de su gestión.
Sesenta años después, entre los términos municipales de Getafe y Coslada, discurre lo que es el «asentamiento ilegal más grande de Europa» establecido a lo largo de unos 14 km de antigua vía pecuaria (a partir del 2011 pierde esta consideración). Es importante destacar que el desarrollo de este asentamiento es coetáneo a, y tiene el mismo origen que, los conocidos en la comunidad de Madrid del siglo pasado, como lo fueron el del Pozo del Tío Raimundo o el barrio del Cerro del Tío Pío. Por lo tanto, ¿qué justifica que tantas personas sigan en condiciones infrahumanas en pleno 2021?
Un entramado jurídico y un emplazamiento muy convenientes
La Cañada Real discurre por los términos municipales de Coslada, Rivas-Vaciamadrid y Madrid y se divide en seis sectores determinados por las diferentes vías de motor que la seccionan. En ellos podemos encontrar desde chalets y segundas viviendas (del sector 1 al 4, grosso modo) hasta chabolas fabricadas con desperdicios (sector 5 y, sobre todo, sector 6). Aún así, hasta la fecha, no es competencia de estos ayuntamientos su gestión. Sucesivas leyes que venían a delimitar la Cañada Real Galiana (Órdenes del Ministerio de Agricultura de 31 de enero de 1958, de 24 de junio de 1964, y de 11 de junio de 1968) perdieron su vigencia y todo terreno perteneciente a la vía pecuaria en estos tramos quedó desafectado en 2011 (ley 2/2011, del 15 de marzo) a favor de la Comunidad de Madrid. Hasta ese año, toda gestión era jurídicamente inviable; ahora, con la potestad jurídica en la mano, toda gestión ha quedado en el olvido.
…la Cañada ha venido siendo unas veces de forma tácita, otras conscientemente, un dique de contención bien situado, alejado de todo núcleo urbano
Primero, los asentamientos «ilegales» vienen a suplir la necesidad básica de disponer de un techo cuando es la única alternativa. Así, vemos cómo fue en un principio la migración interna la que colmó estos poblados (sí, nuestras bisabuelas y abuelas) por la creciente oferta industrial para después inclinarse la balanza hacia migrantes extranjeras perdidas entre el limbo burocrático, empleos precarísimos y alquileres inasequibles. Por consiguiente, la Cañada ha venido siendo unas veces de forma tácita, otras conscientemente, un dique de contención bien situado, alejado de todo núcleo urbano. Así, en 1994, por ejemplo, tenemos el caso del desmantelamiento del núcleo chabolista Camino de los Toros en San Blas. Sus integrantes fueron desplazados por el propio ayuntamiento de Madrid hasta el sector 6 de la Cañada Real y abandonados a su propia merced. Esta gente construyó como pudo, y con ayuda de organizaciones de la caridad, sus nuevas chabolas.
Finalmente el 27 de noviembre de 2017, la Comunidad de Madrid llega a un acuerdo político junto al «gobierno del cambio» de la ciudad de Madrid: se harán expropiaciones, se trasladarán empresas, se indemnizará a personas y se venderán los terrenos a aquéllas que hayan gozado del usufructo de éstos. En definitiva, se legalizarán las propiedades, se desmantelarán las infraviviendas y chabolas y se reubicará (de las 677 censadas en el sector 6 en 2016) a 150 familias. El sector 6 se verá desmantelado en su totalidad: tras casi setenta años, ¿la solución que se plantea es desmantelar el sector más extenso y tan solo reubicar a 1 de cada 5 familias? ¿qué pasa con el resto? No tendrán más remedio que buscarse otro sitio estable a corto plazo hasta que se las eche por orden judicial o a patadas: okupaciones de viviendas (de las millones que hay vacías) o asentamiento de una nueva población chabolista más alejada de todo núcleo urbano. Sea cual sea, ambas opciones supondrán un problema para Susana Griso y toda la caterva de periodistas fascistoides de Antena 3 y compañía.
Así, asistimos con un hálito de esperanza cómo ciertas soluciones parecen empezar a llegar (regulación de las viviendas a lo largo del sector 1 al sector 4) y, aguantamos perplejos los colapsos administrativos que tienen por cimientos el empobrecimiento cada vez mayor de la clase obrera que solicita ayuda, y la merma de recursos dispuestos para esa tan «mejorable» gestión (ayudas dinerarias y alternativas habitacionales para el sector 5 y 6). Y para aquéllos a los que ninguna de las soluciones aplica, ¡da igual! porque están especulando con un suelo que sigue sin ser privado, se crean decenas de vertederos y empresas ilegales, y se trafica con droga. Que no os engañen: como dicen los medios de comunicación y los grupos políticos, en la Cañada hay gente de bien y luego está el resto, que lo emponzoña todo. ¡Solución ya!
Perfecto, ahora se nos presenta la siguiente pregunta: ¿cómo se consigue que centenares de familias abandonen las viviendas que durante tantos años han habitado? Seguro que con un «por favor» bastará.
Entonces, para conseguir que se acate cualquier decisión…se recurre a la tantas veces socorrida fuerzas del orden
El papel de las Fuerzas Represivas del Estado
Si la idea de sociedad orbitara en torno a las necesidades sociales, no se hubiesen vivido momentos como el sufrido durante el paso de la tormenta Filomena que, sumado a los cortes de luz y de agua de los enganches ilegales a lo largo del sector 5 y 6, creó unas condiciones inimaginables en un Estado para el que la democracia es tan ejemplar y avanzada. Así, vemos hacia dónde miran las Administraciones. ¡Cuán fácil sería anteponer el acceso a luz y agua a todo posible corte de suministros llevado a cabo por el vertedero de Valdemingómez, Naturgy o colindantes! Da igual que se ponga de excusa que en el sector 6 se cultiva marihuana casi extensivamente (lo cual conlleva un consumo eléctrico mayor) ¡Queda prohibido cortar la luz y el agua, y desmantelar toda chabola hasta que esta solución se haya solucionado desde la raíz! Pero es que claro, en definitiva, atacar a la raíz es atacar al propio sistema capitalista. Y esto, es inasumible.
Entonces, para conseguir que se acate cualquier decisión, y sobre todo, que sea llevada a cabo por parte de gente que no tiene nada que perder, se recurre a la tantas veces socorrida fuerzas del orden. De este modo, se hará uso de la represión para la que el excelente Cuerpo Nacional de Policía (en concreto la unidad especial de antidisturbios) ha sido meticulosamente entrenado con tanto tiempo, esmero y recursos (aquí, ¡que nunca falten!). Por todo esto, no nos sorprende cuando cada día nos llegan noticias sobre cómo queda de impune la inhumana praxis del cuerpo policial (apoyados en la Ley Mordaza, o ni eso). Por consiguiente, y si no eres Ministro del Interior, es probable que se te revuelvan las tripas si te paras a pensar qué repercusión tendría para el agente de turno el empleo de cualquier tipo de violencia (aquí dejamos a la lectora que dé rienda suelta a la creatividad) hacia personas chabolistas que, quienes para la sociedad, no son más que los materiales mismos de los que están construidas sus viviendas: desechos; y quienes para las administraciones públicas, simple y llanamente, no existen.
Un problema social que se queda
La Cañada Real Galiana ha sido una cápsula del tiempo en la que alojar problemas sociales, un tanto inoportunos, productos de un sistema productivo inhumano y agonizante, que ahora ha sido desenterrada. Un rompecabezas jurídico muy conveniente para las grandes ciudades de la comunidad autónoma. La alejada antigua vía pecuaria no es causa de la situación socio-económica de estas familias (sobre todo en los sectores 5 y 6): un mejor asfaltado, la participación del transporte público en la zona y unas instalaciones más sofisticadas de agua y luz no cambiarán dicha realidad material (constantemente reproducida) por más progresista que parezca la idea.