El 14 de diciembre de 1988 una huelga general paralizó España. El apagón de RTVE ayudó a que la participación alcanzase el 90%.

Para muchas personas el 14 de diciembre no es una fecha especial; es un día como cualquier otro, pasa sin pena ni gloria. Pero hagamos memoria. Recordemos el 14 de diciembre del año 1988. Felipe González estaba en el gobierno, había arrasado en las elecciones, España estaba de moda a nivel internacional, se había superado una crisis y la economía crecía por encima del 5%. Esa es la foto de España, la imagen que algunos tendrán de ese año. Pero la verdadera historia está, como siempre, en las manos de la clase trabajadora.
Aún dado este paisaje tan bonito descrito anteriormente, España era un país que pese a crecer a buen ritmo y generar riqueza, esta no llegaba a la ciudadanía si no que el paro existente era alto, con un millón y medio de jóvenes desempleados. Tras una renovación y reconversión del tejido industrial del país, muchos trabajadores perdieron sus empleos y otros tantos sufrieron recortes, precariedad laboral y ajustes salariales.
Los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT (especialmente Comisiones Obreras) comenzaron a alzar la voz pidiendo un reparto de esa riqueza. Los sindicatos afirmaban “haber hecho muchos sacrificios [sobre todo salariales]”, y que tocaba un “reparto de dividendos”, tal y como recoge Sergio Gálvez en su libro ‘La gran huelga general’.
Por su parte, el gobierno del PSOE no solo hizo oídos sordos a estas peticiones sino que presentó medidas neoliberales para liberalizar el mercado laboral. Fue entonces cuando los sindicatos amenazaron con convocar huelgas en contra de estas medidas.
Muchos trabajadores perdieron sus empleos y otros tantos sufrieron recortes, precariedad laboral y ajustes salariales.
La gota que colmó el vaso para la convocatoria de huelga general fue un “Plan de Empleo Juvenil”. Con la excusa de dar salida a la población joven en paro -que era mucha-, Felipe González intentó sacar un plan de empleo que más que empleo lo que ofrecía eran becas. El salario ofrecido debía ser el SMI (el salario mínimo interprofesional más bajo de Europa), la duración de los contratos era limitada y algunos puntos iban en contra del Estatuto de los Trabajadores. El relato presentado por el gobierno del PSOE era el de “más vale un trabajador precario que un parado”, a lo que los sindicatos se opusieron tajantemente.
Es entonces cuando UGT rompe formalmente con el PSOE y se une a CCOO, y juntos convocan una huelga general de 24 horas el 14 de diciembre de ese año (1988). Nace así la unión entre los dos sindicatos mayoritarios que dura a día de hoy. El resto de sindicatos, los “minoritarios” se acabarán uniendo también a la convocatoria.
El Gobierno, demasiado tranquilo, no esperaba que UGT rompiese con su partido de cabecera, el PSOE, ni tampoco una respuesta tan contundente por parte de la ciudadanía. En paralelo, la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales) -la gran beneficiada de estas medidas- presionaba al gobierno para que garantizase la apertura de los centros de trabajo el día de la huelga. Así mismo, exigió al Ministerio del Interior que hiciese todo lo necesario para evitar la huelga.
Uno de los puntos clave de la alta participación en la huelga (el 90% de los trabajadores) fue el apagón de RTVE. Toda la sala de control inició una cuenta atrás desde las 23:59:50 del día anterior. Al llegar a cero comenzó la huelga. José María Fraguas, trabajador en el Pirulí, junto con todos sus compañeros cortan la emisión de RTVE, la única por entonces. El shock psicológico que esto supuso en la población fue vital para que la huelga fuese secundada en pequeñas poblaciones. A la televisión le siguieron panaderías, bares, fábricas, comercios y todo tipo de actividad laboral. La huelga estaba ganada.
Como todo en la historia esto tuvo sus luces y sus sombras. Tras el apabullante éxito de la huelga, los sindicatos optaron por la vía de la “tranquilidad”, decidiendo aparcar una segunda convocatoria de huelga general y la continuidad en la estrategia movilizadora en la calle. Esta decisión tuvo importantes voces críticas, como la de Marcelino Camacho, que le costó su puesto de presidente de CCOO. Tiempo después el propio Nicolás Redondo (UGT) afirmó que se equivocaron al relajarse. Se bajó la guardia y de aquellos barros, estos lodos. La clase obrera logró una victoria sin precedentes, con una estrategia bien planificada y bien ejecutada y sobre todo con unidad.
Esta historia es una historia de victoria de la clase obrera. Hoy, como entonces, miles de jóvenes y no tan jóvenes se encuentran, si no en paro, en situación de precariedad absoluta. Contratos basura, empleos precarios, salarios que no cubren el nivel de vida que estamos obligados a llevar… Hoy, como entonces, necesitamos unos sindicatos fuertes, sin miedo a las movilizaciones y a enseñar las garras. Muchas vidas dependen de ello.
No lo olviden, el día 14 de diciembre de 1988 la clase obrera paró España.