El Reformismo Radical

La falta de un proyecto político revolucionario a largo plazo, más concreto que “acabar con el capitalismo” (en abstracto), es una de las problemáticas que persigue a los movimientos sociales en la actualidad. En lugar de dedicar tiempo y esfuerzo a determinar cuáles son sus limitaciones, cuál va a ser el camino a seguir a largo plazo y cómo se va a hacer para la construcción de ese proyecto político revolucionario concreto, muchos colectivos acaban quedándose en el reformismo, pintándolo de radical, dedicando sus energías militantes al puro oportunismo.

Es un hecho que actualmente nos encontramos en una situación bastante desesperanzadora: los movimientos sociales se encuentran estancados, los obreros cada vez más desmovilizados, el sueño de un mundo mejor para nosotros se ve cada vez más utópico. Existen muchos colectivos, organizaciones y partidos que se consideran revolucionarios pero que se han enganchado a una práctica que no lo es. Es nuestro deber como militantes hacer balance de éstos últimos años: cómo se han articulado los movimientos sociales, las organizaciones y Partidos y cuáles han sido los resultados, de modo que se analicen los fallos y plantear soluciones y nuevas estrategias de cara a luchar por nuestra emancipación y el socialismo.

A lo largo de este artículo se intentará caracterizar a los colectivos, organizaciones y partidos declarativamente revolucionarios sumergidos en el “reformismo radical”, explicando cómo discursivamente se diferencian del resto de colectivos reformistas, pero en la práctica emplean los mismos métodos.

Pensar abstractamente

La mayoría de los colectivos (asambleas, plataformas, coordinadoras…) tienen el mismo objetivo: acabar con el capitalismo, en ocasiones mediante la revolución. Todos quieren acabar con las diferentes opresiones que fustigan a la clase trabajadora: machismo, racismo, pobreza, etc., (a veces malamente entendidas como interseccionales). En base a esto se crea una base ideológica consensuada que marca entonces su práctica. Sin embargo, aquí nos encontramos con el principal problema: la falta de concreción de la base ideológica y el plan político a largo plazo, además del entendimiento de estos objetivos máximos en abstracto.

Una de las mayores problemáticas del movimiento social es que, por lo general, se piensa abstractamente. Por abstracto, nos referimos al sentido dialéctico de este: como la falta de concreción, las ideas simples e indeterminadas. ¿En qué se traduce esto? En que de esta forma se es incapaz de caracterizar el capitalismo. Y, por lo tanto, en que se acaba desarrollando una línea política indeterminada, a falta de una línea política concreta a largo plazo más específica que “acabar con el capitalismo, machismo, etc.” La falta de objetivos intermedios convierte los objetivos finales en un brindis al sol.

[…] tenemos que conformarnos con una llamada a la organización en abstracto, a pedir a gritos que se acabe con el machismo en abstracto, a enfadarse mucho con el capitalismo en abstracto, todo en abstracto.

Es común ver manifiestos escritos desde estos colectivos sobre cuestiones muy importantes: el derecho a la vivienda, en contra del machismo, etc., en los que se expone la situación actual de estas problemáticas con datos y estadísticas de cómo es un problema real que sufre la clase obrera, sin embargo, en dichos documentos no encontramos respuesta a la problemática a largo plazo, no vemos el plan que se traza para acabar con estas problemáticas de lleno. En estos manifiestos tenemos que conformarnos con una llamada a la organización en abstracto, a pedir a gritos que se acabe con el machismo en abstracto, a enfadarse mucho con el capitalismo en abstracto, todo en abstracto. También vemos esta problemática en la línea política que la mayoría de estos colectivos aplica sobre ciertos temas. Un ejemplo sería el planteamiento de llamar a la nacionalización del sector de la luz (respuesta relativamente concreta que solamente supondría un parche, y ni siquiera atiende a las causas del precio de la luz; reformismo) y, junto a este, la llamada a acabar con el capitalismo (respuesta abstracta; radical). Ambas partes planteadas sin conexión estratégica entre ellas.

Otro ejemplo de cómo el pensamiento abstracto se lleva a la práctica es tratar de “encender la bombilla” y “concienciar” a los obreros de que necesitan organizarse, en abstracto. La ausencia de un plan concreto convierte el “¡hay que organizarse!” en un auténtico salto de fe. El obrero tiene que confiar en que, efectivamente, “organizarse en general” tiene que servir de algo. Esto, sencillamente, no ocurre: el obrero no puede confiar en una llamada a la organización en abstracto. Al final, termina militando el que llega concienciado de casa. Se les pide a los obreros que salten al vacío: suplicándoles que confíen en ellos para solucionar sus problemas de clase, pero sin ningún plan concreto más allá de “hacer más barrio”, “encender más bombillas”, “convocar más manifestaciones”. Se les está diciendo que la lucha en las instituciones no sirve para nada (como mucho para que se repartan “mejor” las migajas), pero la lucha de resistencia sin un proyecto a largo plazo tampoco les enseña una lección diferente. Los obreros que tienen necesidades que resolver mediante la organización y no quieren vagas promesas de revoluciones futuras casi siempre van a optar por opciones corporativas con acceso a recursos concretos (sindicatos, partidos políticos, la PAH…). 

[…] si realmente no se dedica el tiempo a desarrollar un plan político concreto a largo plazo, el trabajo de sus militantes no tiene más remedio que basarse de manera perpetua en lo inmediato, en el practicismo y el “hacer por hacer” […]

Con todo esto, ¿qué diferencia a estos colectivos “radicales” del reformismo? Los colectivos no son capaces de crear un vínculo real entre las propuestas actuales que llevan a cabo y los deseos revolucionarios futuros. Al final acaban intentando vender a los obreros que el mundo postcapitalista (prometido) es posible, pero sin tener algo real que brindarles, en contraposición a partidos socialdemócratas que sí les ofrecen algo, aunque sean unas migajas, éstas son reales y tangibles. ¿Qué tienen estos colectivos que ofrecer a estos obreros que no les pueda ofrecer Más Madrid?, ¿a dónde van los esfuerzos de sus militantes?, si realmente no se dedica el tiempo a desarrollar un plan político concreto a largo plazo, el trabajo de sus militantes no tiene más remedio que basarse de manera perpetua en lo inmediato, en el practicismo y el “hacer por hacer”, dejando siempre en segundo plano el debate, la discusión, la caracterización del capitalismo y el desarrollo ideológico, porque al final, siempre hay algo inmediato que arreglar y solucionar y parece que nunca hay tiempo para sentarse a trazar un plan.

La desvinculación entre la práctica inmediata y el futuro prometido

Realmente estos colectivos no han hecho un proceso de análisis del capitalismo de manera exhaustiva: ¿cuáles son los fundamentos económicos del capitalismo?, ¿cuál es la dinámica interna que reproduce estas relaciones de producción?, ¿qué papel tiene el Estado español en la economía mundial?, ¿cómo podemos superar el capitalismo de forma concreta a través de la planificación económica? Estos colectivos realmente pretenden acabar con el capitalismo sin siquiera haber estudiado éste. Es por esto por lo que nos encontramos a colectivos en los que conviven activistas con diversas opiniones acerca de cuál es el camino a seguir, porque para ellos, al fin y al cabo, esta caracterización es más una opinión que el resultado de un análisis científico. ¿Cuál es la estrategia concreta para llegar a acabar con el capitalismo?, ¿cómo se pretende llegar a su superación? El problema del reformismo radical de estos colectivos es que pensar abstractamente no permite un correcto análisis del capitalismo en el que estamos sumergidos, lo que tampoco hace posible dar una respuesta determinada a estas cuestiones y, por tanto, no pueden vincular las acciones reformistas inmediatas que acaban practicando con las promesas futuras.

El problema es que al final, lo único concreto acaba siendo lo inmediato y lo espontáneo, por lo que la única actividad de los movimientos sociales se centra en esto, acciones que no necesariamente nos llevarán al objetivo final.

Por lo que nos encontramos que estos colectivos dejan de lado en su práctica las cuestiones más esenciales (al ser más “inalcanzables”) dando primacía a las cuestiones que sí parecen concretar: las inmediatas. Los colectivos tienen amplia experiencia en parar desahucios, convocar manifestaciones, etc., y esto, efectivamente, son respuestas concretas. Sin embargo, al no caracterizar el capitalismo y no especificar o trazar una estrategia para el futuro, los colectivos no son capaces de crear un espacio realmente revolucionario. Y por supuesto, no estamos negando la importancia de dar una respuesta a los ataques inmediatos del capital a nuestra clase, la solidaridad es esencial. El problema es que al final, lo único concreto acaba siendo lo inmediato y lo espontáneo, por lo que la única actividad de los movimientos sociales se centra en esto, acciones que no necesariamente nos llevarán al objetivo final.

El practicismo resulta seductor: da la sensación de que estamos haciendo cosas, de que estamos llegando a algún lado (siempre por determinar) y al final, nos encontramos inmersos en una práctica sin rumbo que más que conseguir logros emancipadores, nos quema. Esto, junto con la falta de desarrollo ideológico y el pensamiento abstracto que comentábamos anteriormente, crea un abismo gigantesco entre las prácticas de estos colectivos y la consecución de su objetivo máximo. Es como tratar de llegar de un lado al otro del acantilado sin pararse a pensar en cómo vamos a cruzar, ni analizar cómo de grande es el acantilado y qué opciones hay, simplemente se pega un salto de fe prometiendo a la gente que efectivamente lo vamos a cruzar, sin tener siquiera un plan real para construir lo que sea necesario para hacerlo.

Al final, los colectivos que se autodenominan revolucionarios acaban realizando una práctica cuyos resultados no se diferencian en mucho con los reformistas, llegando incluso hasta a coincidir en consignas y acciones con éstos de manera “accidental” pues, realmente, son Reformistas Radicales. Algunos colectivos y organizaciones, tras procesos de análisis y debate, han comprendido que el reformismo radical no es el camino a seguir, y que, si quieren llevar a cabo un proceso realmente revolucionario, deben juntarse y desarrollar un plan concreto que parta de la base del análisis y la caracterización del capitalismo.

Lo que tenemos claro es que resulta imposible trazar el camino concreto hacia la revolución de forma espontánea o de casualidad. Es prioritario que nos sentemos a estudiar el mundo en el que vivimos, caracterizando el capitalismo y aprendiendo de este estudio de modo que se trace un plan concreto a través de la planificación económica, del poder político de nuestra clase, etc. Se trata de un proceso que requerirá tiempo y energías. Y, además, supone discutir y debatir no para llegar a un consenso pacífico de mínimos, sino para ir cocinando a fuego lento un plan político concreto que ilumine el camino hacia la revolución, el socialismo y nuestra emancipación.

Por Volskaya

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